<<Cierto es que, como suele decirse, Eros ama el ocio, y que sólo para el ocio ha nacido>>
La muerte en Venecia, Thomas Mann
Hablar de Manolo González es referirse indiscutiblemente a la Historia del Arte Contemporáneo en Canarias. Y más con una trayectoria como la suya, abarcando décadas de trabajo, formación, creación, exposiciones, premios y reconocimientos. Manolo González, escultor de la belleza, título que le concede su propia obra.
Tan solo con echar un vistazo a su portal web, queda avalada esta premisa. Un escultor con un más que interesante curriculum artístico. Y hoy no vamos centrarnos en ello, sino en la exposición que acaba de inaugurar en Santa Brígida, en la Sala Lola Massieu, llamada «Manolo González, selección de obras«. Esta muestra puede visitarse hasta el próximo 9 de julio de 2021. Ofrece un breve aunque selecto recorrido por su trayectoria y planteamientos escultóricos a lo largo de las últimas décadas.
Tal como expresaron en el momento de la inauguración, González destaca por su atracción y apego por la tierra que le dio la vida. Además, le atrae un sentimiento de canariedad que ha favorecido su comprensión y arrimo al espacio geográfico donde ha desarrollado gran parte de su producción.
Asimismo, es evidente que uno de sus pilares básicos se fundamenta en la cultura clásica y en el pensamiento renacentista. González hace importantes referencias en sus obras a la mitología y al pensamiento clásicos. Tal es así, que Manolo González se ha convertido en un embajador del concepto antiguo de belleza, tratando, a mi ver, sobre el amor, la amistad, la justicia o la virtud. Manolo González, escultor de la belleza. Sin duda.
Si profundizamos en la palabra en griego antiguo Kalós, traducida como <<bello>>, nos damos cuenta de que hace también alusión a <<algo bonito a los ojos, pero también se decía de lo útil y lo agradable en general, de lo atractivo desde un punto de vista sexual, así como de aquello que simplemente atrae nuestra atención>> (extraído del libro Sobre la belleza, autor Enrique Lynch, Grupo Anaya. 1999). Todo ello puede encontrarse en la producción de este escultor.
El estudio que González realiza en profundidad sobre la belleza muestra la plenitud en alcanzar esta virtud, en llegar a desenvolverse con cierta agilidad a través del pensamiento. El bien y la verdad se encuentran, según Platón, emparentadas e indisolubles a la belleza. Una triada necesaria para alcanzar la plenitud en nuestro desarrollo como seres humanos. Resaltamos estas palabras del libro La muerte en Venecia, de Thomas Mann, que reflejan con probabilidad parte del concepto de belleza que González maneja:
Seguramente conviene que el mundo conozca sólo la obra bella y no sus orígenes, las condiciones que determinaron su aparición, pues el conocimiento de las fuentes en que el poeta bebe su inspiración lo confundiría, lo asustaría a menudo, dañando así al efecto de las cosas excelentes.
Manolo González, en su recorrido por el descubrimiento, prueba materiales como el poliéster, el bronce, el duro mármol de Carrara y, por supuesto, la malla de acero inoxidable, técnica en la que se ha convertido en un maestro modelador.
En el paseo por la sala, es posible disfrutar de piezas tituladas con nombres como Aquiles, incluida en su serie denominada Arqueologías III Milenio, prueba de que, por un lado, se siente fuertemente vinculado al clasicismo, y por otro, tal vez realiza una reflexión sobre lo que está quedando en el pasado, muerto y obsoleto -aunque no olvidado-, como parece reflejar la pieza Milenio, Pantocrator, conformada por un rostro en bronce y un teclado conectado a este por un lateral, obra del año 2000.
Hastío de Profeta, en poliéster y del año 1993, nos transporta a una especie de viaje en el tiempo en el que no parece cambiar nada y continuamente la existencia se ve reflejada en una superficie reflectante, bajo nuestros pies. Paradójico.
El descubrimiento de un pequeño San Sebastián en bronce nos lleva a los años noventa, donde vislumbramos una simplicidad en la expresión del personaje que nos denota una fuerza vital reflejada en el contorno de sus músculos
La pieza en mármol, Onán, de 2010, nos comparte el exhaustivo trabajo de labrar este material, interrumpido tal vez por otras percepciones que nos conducen a otros páramos. Pararse ante estas pequeña pieza hace pensar sobre el sentido y el significado de muchos conceptos que nos vienen impuestos, y que asumimos en muchos casos en nuestro propio subconsciente.
Es imposible acabar este recorrido sin mencionar la increíble pieza En Samotracia II, realizada en malla de acero, y que parece que levita sin dificultad ante el espectador. Bello trabajo que demuestra el gran control que González ejerce sobre este duro material a la hora de modelarlo según su interés. Belleza en estado puro.
«Manolo González, selección de obras» es tan solo una breve y transitoria visita al mundo de este escultor de la belleza, de quien aún mucho debemos esperar. Enhorabuena.